Concepto de Sendero para el Hombre de Nuestros Días

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Concepto de Sendero para el Hombre de Nuestros Días Madrid, 21 de febrero de 1981

 

El sendero es un término genérico para explicar el proceso que va desde cualquier centro de conciencia, hacia algún objetivo determinado, dispuesto o proyectado, para esta conciencia.

Significan estas palabras que la idea del sendero es universal, no corresponde solamente al reino humano, sino que abarca la grandiosidad infinita del Universo y, quizá, mas allá del Universo.

Desde el sendero de involución del propio Dios de cualquier Sistema planetario, hasta el humilde átomo perdido dentro del complejo de los elementos químicos, todo es un sendero que se proyecta desde un punto determinado –en tiempo y espacio–, buscando una finalidad siempre de orden trascendente.

Pero, lo que hay que insistir, el punto, digamos, clave, para el hombre y la mujer, naturalmente, de nuestros días, es cómo abarcar la grandiosidad infinita del proceso logoico y aplicarlo íntegramente a nuestra vida particular.

Y esto no es una presunción, el querer igualar al Logos en la realización de cualquier arquetipo, se trata de cumplir una ley natural, la Ley de la Evolución.

La evolución y el sendero son términos sinónimos.

Ocurre, sin embargo, que del sendero, como de la palabra esoterismo, como de la palabra Dios, como de la palabra religión, como de cualquier palabra de origen santo, se ha hecho un tal abuso que ha complicado de tal manera su significado que se ha convertido prácticamente en imposible de comprender para las mentes de los hombres de nuestros días.

Es decir, todos sabemos –en uno u otro rincón de la conciencia– cuál es nuestro deber social, y …

el deber social, amigos míos, es el sendero

Y me pregunto, nosotros que hablamos del discipulado y que nos atrevemos a hablar de la iniciación y de la problemática de los mundos que están más allá de nuestro Sistema Solar y que, sin embargo, en nuestra vida social no cumplimos las reglas más elementales, y desde el punto de vista jerárquico –permítanme expresarme así– el punto clave para el discipulado social es que se convierta en un ciudadano correcto en toda la extensión de la palabra.

Es decir, que lo que en un pasado no muy lejano fue una ardiente y costosa disciplina tratando de equilibrar los vehículos de la personalidad, tratando de ajustarnos a un determinado ideal y nuestro intento de ver la síntesis perfecta de lo que llamamos técnicamente trascendencia, hemos pecado en el término repetición de conceptos y al amparo de todas las tradiciones.

Es decir, que nos encontramos casi al final del siglo XX con los mismos problemas y dificultades que aquejaron a las razas precedentes: la raza Lemur y la raza Atlante.

Entonces, ¿cómo vamos a enfrentar la programática de nuestra era social, llena de dificultades y de necesidades de tipo nuevo, con la mente que nos viene legada por la tradición o por los atavismos variados?

El problema es el problema de siempre y, nuestra época, hay que reconocerlo, no será ni mejor ni peor que otras épocas precedentes, lo que sí podemos asegurar es que es una era totalmente distinta de todas las que las precedieron, debido a que las necesidades de tipo social han aumentado a un ritmo tan extraordinario que se hace casi imposible de seguir el ritmo veloz de los acontecimientos.

Insistamos en un hecho preciso: hemos creado una técnica estandartizada a tal extremo de perfección, que esta máquina técnica, prácticamente nos está devorando.

Hemos perdido el éxtasis de la Divinidad, aquello que en el pasado fue devoción extrema hacia los ideales, se ha convertido hoy día en un amor acentuado por la técnica.

Pero, la técnica encuentra un punto culminante solamente cuando empieza a actuar la actividad pura de la conciencia, la conciencia trascendente, la conciencia de síntesis, la conciencia de la propia Divinidad que todos llevamos oculta en el corazón y de la cual debemos ser cada vez más conscientes.

Es decir, que otra forma de hablar de discipulado es hacer conciencia de la Divinidad en nuestro corazón, y creo que al corazón humano no se le ha asignado todavía la tremenda importancia que tiene desde el ángulo social, desde el ángulo puro de la trascendencia, porque estamos viviendo unos momentos en que el corazón debe forzosamente desarrollarse para cumplir su cometido social, porque hasta aquí –y ustedes lo reconocerán– hemos hablado virtualmente del amor.

No hay ninguna expresión, ni vemos ningún filme, ni vemos ninguna historia, ni vemos nada, incluso todo cuanto sea ciencia ficción, que no exista el amor de una manera u otra.

Pero, ¿cuál es el significado del amor?

¿cuál es el significado del corazón en esta Era de Acuario, en la cual, recién ahora, acabamos de penetrar?

Tendrá un significado de justicia, porque hasta aquí ha sido un significado familiar, y hemos amado más a la familia y más a los allegados que a la totalidad del conjunto, tiene que convertirse en amor por el conjunto, y dentro del conjunto abarcamos a la familia y abarcamos a todos los allegados.

Y todos somos conscientes de que no lo hacemos.

Y todos somos conscientes de que las necesidades del mundo deben ser resueltas a fuerza del incentivo del amor, pero el amor por la justicia y el amor por el equilibrio no místico, el dinamismo de la acción llevada a la síntesis.

Es decir, podríamos decir que la Jerarquía Planetaria, la Gran Fraternidad Blanca del Planeta, no está predestinando hombres-máquinas que sigan el sendero por el impulso de cualquier deseo, porque el deseo de crecer en el mundo espiritual está en la base del yoga, tal como lo practican los que practican el yoga, precisamente, es decir, que el yoga que es unión, se transforma en un apego al yoga, lo cual ya niega el amor por el yoga y niega el amor por el conjunto.

Y así todas las cosas.

Y ahora han surgido de improvisto, como una floración natural de un conjunto de valores psicológicos, que están tratando de surgir a la luz, una serie de movimientos de tipo espiritual, de todos los tipos, y cada uno de estos movimientos pretende tener la verdad, lo cual significa que hay que acogerse a las reglas del discipulado, tal como se procuran o se manifiestan a través de estas escuelas de pensamiento.

Y me pregunto:

¿podíamos llegar –esotéricamente hablando, hablando en términos espirituales- a un conjunto de valores sociales, a un conjunto de valores psicológicos que nacieron no al para amparo de la tradición, ni de cuánto ha sido conquistado en el pasado, sino que todos y cada uno de nosotros partiésemos de cero?

Ahora mismo, aquí, ahora, que cambiásemos la actitud de la conciencia y que dejásemos de ser meras máquinas que siguen el impulso de la tradición, el impulso de los movimientos, el impulso de los líderes, el impulso de todos aquellos que dentro de cualquier tipo de yoga, de cualquier tipo de meditación, trascendente o no trascendente, de cualquier tipo de movimiento espiritual, está haciendo prevalecer el sentido de la autoglorificación, lo cual significa que no hay humildad en la presentación, ni en los objetivos, ni en el trabajo que se está realizando.

Es decir, que para mí sería muy fácil hablar técnicamente del sendero, les hablaría del sendero de la iniciación, les hablaría del sendero del discipulado, las fases del discipulado, del discipulado en probación, del discipulado en contacto con el Maestro, o ya aceptado, del discipulado ya dentro del corazón del Maestro, y del discipulado consciente dentro del camino iniciático, pero…

¿verdad que se ha dicho todo tantas veces?

Y le hemos prestado tan poca atención a lo que es más puro, a lo que es más noble, a lo que es más santo, a aquello que está en nosotros sin contaminación posible y que, sin embargo, estamos constantemente despreciando, dejando de lado…

Podríamos surgir libremente ahora y aquí de las cenizas de todos los yoes muertos a través del tiempo, porque todo cuanto estamos utilizando es el material marchito que fue utilizado por todas las razas precedentes, por todos los movimientos, antes y después de Cristo, hablando de amor y hablando de compasión y hablando de justicia.

¿Dónde está esto?

¿Ustedes me lo pueden decir, por favor, dónde está la justicia, dónde está el amor, dónde está la libertad?

Y todos hablamos de amor, de paz y de libertad.

Bien, la libertad es la conquista del yo cuando se ha liberado de todos los impedimentos de la tradición, de cuanto ha surgido puro y sano de todas las escorias de la propia personalidad, la que se ha integrado en valores absolutos.

Resumiendo: la persona que pueda amar siquiera un poco a sus hermanos.

Naturalmente, dirán: “sí, pero esto lo sabemos ya”.

No se trata de conocimientos, se trata de vivencias.

La época que estamos viviendo –repito–, no es ni mejor ni peor que las de antes, pero es totalmente distinta y, como que es distinta, no puede sujetarse, no puede reconciliarse con todo cuanto hasta aquí hemos considerado como un apoyo de los valores psicológicos.

Y, naturalmente, pasar de la complejidad absoluta, ambiental, por así decirlo, a quedar libres, nosotros frente al propio Yo, viviendo de la propia esencia, tratando de captar valores absolutos, dejando nuestra mente vacía de todo concepto tradicional, y enfrentar la vida de cara a la inmortalidad, para mí, esto es el Sendero.

Sin técnica, sin apreciación de tipo discriminativo, solamente con una comprensión real de las necesidades humanas y de una comprensión absoluta de los valores que tenemos que desarrollar para acogernos a esta forma distinta de enfrentar la realidad.

No hay que caer, no obstante, en la extravagancia del absolutismo, porque cuando digo: «dejar el yo a solas consigo mismo», no estoy diciendo: «crece en ti mismo y haz una escultura de ti mismo y, entonces, adórate», que es la autoglorificación.

Hay que surgir nuevo, enteramente nuevo, y esto ya lo dijo Pablo de Tarso hace tiempo: «Hay que buscar el hombre nuevo, el que resurge como el Ave Fénix de sus propias cenizas».

Y, claro, esto lo sabemos todos, como concepto intelectual sabemos muchas cosas, pero lo esencial es que vivamos un poquito esta realidad, no demasiado, un poquito, para empezar, pero es que este poquito también le es negado a nuestra propia vida, y esta propia vida, que es la vida de todos, está sufriendo en la cárcel de esos compromisos contraídos con el pasado.

Entonces, muy bien, nos afirmamos en los recuerdos y en las tradiciones del pasado, porque el pasado fue el germen de la conciencia actual, y esto, psicológicamente, lo sabemos todos, y sabemos que la conciencia tiene por objeto adecuar los valores del pasado a las necesidades del presente para crear un futuro de promisión.

Pero, bien, me parece a mí, que la mayoría de los esfuerzos quedan petrificados al pasar por los recuerdos instintivos de la subconciencia, y allí se quedan esperando que el audaz buscador se sumerja, libere y haga surgir todo aquello a flor de la conciencia para liberar el subconsciente.

Y esto es psicológico, pero me pregunto y también les pregunto a ustedes:

¿podemos apartar el hombre actual, de la ciencia, de la tecnología y de la psicología natural?

No podemos, porque el esoterismo es la clave de todo porque refunde dentro de su propia esencia, dentro de sus propias ideas, el contexto de los conocimientos adquiridos a través de la mente concreta y a través de los deseos, solamente, que con todo este bagaje hay que subir buscando el amparo de la verdad.

Dense cuenta que les hablo de la verdad.

La mente debe buscar la verdad, debe tratar de descubrir la verdad, y esta verdad –se nos dice ocultamente– está tan cerca que tú no la ves, porque el hombre debido a la tradición ha crecido con la espectacularidad de los procesos, si no hay espectacularidad no hay sendero, no hay evolución.

Y, para mí, la espectacularidad más grande es la humildad, la sencillez.

Y, cuando hablamos de sencillez con referencia a la mente,

¿a qué nos referimos, exactamente?

Dense cuenta de una cosa – y esto lo repito siempre porque es una verdad esencial que ha sido válida para todas las épocas en la vida del planeta –, que cuando la persona está profundamente interesada en descubrir el secreto de su propia personalidad, se cumple en esta personalidad la promesa de todos los tiempos.

Empieza a vivir de acuerdo con la ley, empieza a vivir de acuerdo con la verdad, empieza a sentir de acuerdo con los incentivos del amor, y esto, naturalmente, estamos tan ahítos dentro de la conciencia, porque ha sido una acumulación de ideas diciendo lo mismo a través del tiempo, que hemos creado una costra, una cicatriz dentro de la conciencia y, a través de esto, vamos a percibir la verdad, vamos a tratar de descubrir el hombre nuevo.

Es difícil, ¿verdad?

Pero, si ustedes están atentos, si dentro de su conciencia no dejan lugar a la interrupción del pasado, si viven cada momento sin pensar en ustedes, ¿qué pasará?, algo de lo que está ocurriendo ahora.

¿Verdad que hay un silencio natural?

¿verdad que ustedes no se esfuerzan ahora?

¿verdad que no sienten ni el apoyo ni el amparo de la tradición?,

¿verdad que sienten un poco de paz en el corazón?

Pues, a partir de ahí, hay que arrancar de la vida el bloque puro de la verdad, y el corazón debe estar henchido por el sentimiento de bondad y de compasión.

Y lo demás vendrá por añadidura.

Es decir, es muy fácil para un orador esotérico quedar bien con su público, con tal de llevar unas ideas de lo que sabe intelectualmente muy registradas, y hablar de todo lo que ustedes saben.

Y, naturalmente, les puedo hablar del Logos, les puedo hablar de la Jerarquía, de Shamballa, de Sanat Kumara, y les puedo hablar de todas estas cosas que son queridas por nuestro corazón, no porque no sea verdad, sino porque al salir de nosotros para contemplar estas cosas maravillosas, la mayoría de las veces perdemos de vista lo insignificante, lo humilde, lo que yo defino la tarea iniciática, porque, naturalmente, la iniciación es grande, es inmensa, es el poder de Dios triunfando dentro del corazón del hombre, pero,

¿cómo se llega a la iniciación sino a través de la serie ininterrumpida de pequeñas actividades, de pequeños esfuerzos, de humildes disciplinas?

No la disciplina del yoga, no la disciplina de la propia meditación – y no voy contra una cosa ni contra la otra–, pero me refiero a una cosa muy fundamental: que el hombre deberá sustentarse en la raíz de sí mismo.

Es decir, llegará el momento en que su vida será una conciencia de continuidad tan profunda que no tendrá necesidad de acogerse a ninguna disciplina, sea cual sea el ideal que lo manifieste y lo coordine.

Fíjense ustedes, hace unos años, la Jerarquía Planetaria –nuestra Gran Fraternidad– tuvo un Concilio muy interesante dentro del cual se acordó que las disciplinas en esta Nueva Era solamente eran válidas cuando el hombre adquiría los poderes del servicio, no cuando el hombre se encerraba en su torre de marfil del yoga o de las meditaciones, o de las disciplinas del tipo que fuese, sino que el discípulo que triunfaba, el que realmente entraba en contacto con la Jerarquía y con la Gran Fraternidad de Maestros, era aquel que servía humildemente a sus hermanos.

Es decir, hasta aquí el hombre había crecido con la idea de que el conocimiento esotérico era la base –y quizá lo sea–, pero es una base intelectual.

Pero, si no hay vivencia, digo, esto proviene de un examen exhaustivo de las necesidades humanas por parte de la Jerarquía en la que decían: “si este conocimiento esotérico no viene avalado por una acción en beneficio de los demás, se convierte en un karma”, y todo el mundo está creando karma, porque estamos acumulando conocimientos, porque estamos integrándonos en valores tradicionales, porque el conocimiento siempre es tradicional.

La única que se libra de la tradición es la verdad, que está más allá de todos los conocimientos, esotéricos o no esotéricos.

Es decir, hay tantas cosas que hacer y hacemos tan pocas, ¿verdad?

Hay un sentimiento tan noble en nosotros –si no, ustedes no estarían aquí, ni yo tampoco– que vale la pena insistir en esos puntos.

Naturalmente, que si les hablo como se habla siempre así, repiten idea, y se repiten y dicen cosas muy interesantes, porque todo orador esotérico con ciertos conocimientos y buena voluntad pueden dar un mensaje, siempre y cuando esta persona sea capaz de vivir, en cierta manera y hasta cierto punto, estas conclusiones psicológicas.

Se trata de un proceso distinto de todos, porque antaño, el discípulo, cuando pasaba de la Probación a la Aceptación y al Corazón del Maestro, lo hacía en virtud de la disciplina de su cuerpo físico y su cuerpo emocional y, su devoción al Maestro.

Y se da el caso, ahora, que todo esto ha fracasado.

No ha fracasado para aquellos discípulos, ha fracasado en nuestra sociedad actual, porque no es la misma la sociedad al final del siglo XX que durante el tiempo de Madame Blavatsky, nuestra gran madre.

No se trata de decir que todo cuanto fue dicho en el pasado no tiene valor, sino que el valor del conocimiento esotérico solamente será en función de la capacidad de adaptarlo a las exigencias de la vida cotidiana.

De no ser así, se está creando un karma social, y les digo que la Gran Fraternidad está dispuesta en estos momentos drásticos de cambio de eras, a dar una ayuda especial a todas las personas, hombres y mujeres de buena voluntad, para que puedan resurgir de sus propias cenizas, si así podemos decirlo, y adaptarse a una nueva disciplina, que no es disciplina, quizá sea la negación de toda disciplina.

Lo cual será muy difícil de crear un nuevo estado de cosas sin pasar por una nueva disciplina, lo cual sería volver a caer en los vicios del pasado, porque les digo y repito, hay que insistir, estos tiempos son distintos a todos, por la calidad de las energías que van penetrando en nuestro planeta Tierra, por la calidad de los discípulos mundiales, por la calidad de los hombres y mujeres de buena voluntad del mundo.

Entonces, se está creando una nueva zona de interés jerárquico aquí en la Tierra, del cual todos y cada uno de nosotros estamos inmersos.

No podemos fallar desde la Jerarquía.

Démonos cuenta, que todo el proceso de ordenación cíclica y que todas las expansiones de conciencia que provienen de las grandes constelaciones siderales, deben contar ante todo con el consentimiento de la Humanidad, las pequeñas voluntades de los hombres, las pequeñas voluntades de los hombres que son parte de la Voluntad de Dios y que, por lo tanto, pueden alterar el Plan de Dios.

¿Se dan cuenta de la situación?

Es decir, que cuando hablamos en un sentido jerárquico, en el sentido de la ayuda, en el sentido de la ecuación de valores psicológicos conocidos para llegar a un punto determinante en nuestra vida, estamos ya traficando con valores divinos, con valores que están más allá del tiempo conocido.

Estamos inmersos en un punto dentro del cual podemos realmente captar la verdad, llenar nuestro corazón de bondad, y llegar a un punto de equilibrio físico.

Quisiera que ustedes preguntasen para extender más las ideas.

Interlocutor. — La verdad es algo que parece ser que la mente no es capaz de poder alcanzar. Aquí se habla muchas veces de que hay un camino para llegar a esa verdad, ¿no es la mente muy fácil para conseguirla?

Vicente. — Bien, cuando la mente busca, no la verdad, sino una verdad, tendrá que crear un camino que parta de sí mismo hasta esta verdad y, entonces, a esto lo llamamos: Sendero.

Pero, ¿qué pasa cuando el hombre no quiere captar una verdad sino la Verdad?

No es igual una verdad que la Verdad.

Para llegar a la Verdad no hay camino, somos nosotros el Camino, somos nosotros la Verdad, somos nosotros la Vida.

Es decir, somos la Verdad de nuestra propia vida, somos el Camino que nos conduce a esta Verdad y somos la Vida que nos lleva por este camino, por lo tanto, no existe un sendero hacia la Verdad.

Ahora bien, cuando hablamos del sendero, es porque establecemos una meta y, naturalmente, cuando establecemos una meta, la que sea, hay que crear un camino, hay que crear un sendero, y les hablo del sendero en ese sentido.

Ahora, ustedes me dicen: “la liberación, no busco la primera, la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta iniciación, busco la liberación total de mi ser”.

Tengo que decirles: “si tú tienes capacidad para llegar a esta expansión de conciencia, debes hacer como la araña, que segrega su propio camino de sí”.

Por lo tanto, no es un camino, está el camino dentro del individuo, y este camino lo estamos trazando con nuestra atención en todo cuanto estamos realizando.

Pero, dense cuenta, que desde el momento en que la persona –hombre o mujer– sitúa ante su vida una perspectiva, una meta, esta meta le condiciona, le condiciona hasta el punto que no puede resistir la presión del ideal, o la tradición, o la religión, lo que sea.

Pero, por el contrario, si la persona se desentiende, si es posible, de todo compromiso externo y aprende a seguir los impulsos de su propio ser, alcanzará una meta sin proponérselo, sin crear ningún objetivo visible, porque, fíjense ustedes, cuando la persona busca la perfección, está buscando algo perfecto, no es la perfección, porque la perfección –lógicamente– no tiene meta alguna, porque desde el momento que creamos una meta de perfección, hemos perdido la perfección, hemos creado una meta que conduce a un punto más o menos perfecto, pero la perfección es un movimiento.

Por esto les decía, aquí y ahora se está realizando el gran milagro, se está resolviendo el gran secreto, la gran alquimia transmutadora de la conciencia.

Cuando existe esta unción por los valores, no valores equis, determinados, sino todo es un valor, y estamos cansados de oír e incluso repetir que Dios, la Verdad está en todas las cosas, y nosotros, naturalmente, cogemos una cosa y depositamos en aquella cosa todo nuestro afán de verdad y, naturalmente, creamos entonces las complejidades, porque en un punto sólo, estamos depositando todo el fruto de la atención y, entonces, no buscamos la verdad.

Estamos estableciendo –permítanme decirlo – un compromiso con la verdad; estamos, quizá, discriminando, pero no estamos discerniendo.

Estamos viviendo al amparo de los ideales y, si nos falta el soporte del ideal.

¿Qué quedará en nosotros? Una gran separatividad, ¿verdad?, una gran soledad, y, ¿qué haremos entonces con esta soledad?, que es la antesala de la liberación, esta soledad.

Naturalmente, buscaremos el amparo de la compañía, de la diversión, porque la soledad nos aterra, esta soledad que alberga la verdad y que no tiene compromiso con nada externo es la solicitación del discípulo de la Nueva Era.

¿Podemos llegar a afrontar esta soledad?

Esta soledad, como digo, es el fruto de la experiencia, si somos capaces de afrontarlo con serenidad nos dará algo a cambio que será el secreto de las edades, nos dará, no el conocimiento determinado de algo, sino que llenará nuestro ser de esta verdad que es la esencia del conocimiento, que es la sabiduría de todas las cosas.

Porque todo está en todo.

Y en este momento de íntima fragancia, existe algo que escapa a todo compromiso, algo que nos libera de las ataduras del yo, de algo que vibra más allá y por encima de nosotros mismos.

Estamos viviendo unos momentos muy trascendentes en todos los órdenes, y no solamente en nuestro país, en todos los países, debido a la presión de fuerzas cósmicas, de las cuales nuestra mente no tiene quizá una noción acertada o, completa, al menos.

Pues bien, este es un legado que hay que aceptar, hay que aceptarlo de una manera indiscriminada, serena, apacible, expectante.

¿Saben ustedes lo que significa expectación?

Es la antesala de la verdad, es la antesala de los misterios.

Si estamos expectantes es que estamos muy atentos, como ustedes ahora, por ejemplo, y en esta superatención se está gestando el hombre del futuro.

Estamos creando otras estructuras, diferentes de las del pasado, aparentemente seremos los mismos, pero, internamente se ha creado un compromiso con Dios, no con las formas.

Es decir, hemos renacido de las propias cenizas, estamos surgiendo nuevos, triunfantes.

Estamos afrontando la vida desde un punto de vista tan extenso, tan ilimitado, que nuestra mente forzosamente para captar esta verdad tiene que quedar reducida al silencio más absoluto.

Y este silencio tan absoluto solamente es posible cuando hay una gran expectación, como ahora.

Ustedes están expectantes, se están dando cuenta del tesoro que guarda su propia conciencia, están liberándose, y sin técnicas ni disciplinas.

Cuántas veces a través del yoga no se llega a un estado de esta naturaleza, y ahora, ustedes, solamente porque están atentos ya lo están realizando.

Interlocutor. — ¿No será esta situación debida a que, precisamente, la mente está quieta y tranquila y ya ha desaparecido como obstáculo? [Naturalmente] Confieso que sería el camino más inmediato para empezar a actuar ya, desde ya, ir comprendiendo esa mente en cada momento de cada día. Entonces, yo pienso que ahí está, porque cada uno de nosotros es un lío, y es el mismo lío, sabiéndome comprender yo esa mente aparece lo que me separa de la verdad, que no iré yo a ella sino que ella vendrá a mí cuando.

Vicente. — Bueno, son modos de considerarlo.

Si usted está atento, muy atento, no a una cosa determinada, a todo cuanto ocurre dentro y fuera de sí, se produce ese silencio natural.

Hay quien dice: “voy a silenciar la mente, voy a hacer una disciplina nueva”.

No podemos caer en los errores del pasado, que no han sido errores, errores desde el punto de vista de una conciencia establecida al final del siglo XX, con ciertos conocimientos esotéricos y con unas fuerzas y unas energías de tipo, digamos, cósmico.

Nuestra era es muy diferente de todas en ese aspecto.

Interlocutor. — Ha dicho que el compromiso con las figuras externas y, ya sé que esta palabra resulta ser una pregunta. ¿No será que estamos demasiado atados a nuestros cinco sentidos?, que son los más burdos, como todos sabemos, pero me gustaría mucho que hablara de esta esclavitud, porque siempre estamos hablando que queremos que nos presenten a Dios en cualquier momento. Somos cómodos, ¿no?, pero somos cómodos también de nuestros cinco sentidos. Me gustaría mucho que hablara de estos cinco sentidos burdos, que no son otra cosa que, frente a planos superiores, cosas que nos limitan. Me gustaría eso.

Vicente. — Bueno, para enfrentar nuestra vida social, para tener contacto los unos con los otros, naturalmente, utilizamos los cinco sentidos corporales, más los sentidos que se están desarrollando de acuerdo con este ímpetu de percepción, de esta profundidad, por así decirlo, analítica y discernitiva; porque, los cinco sentidos conocidos son el aspecto burdo –como decía el señor– de sentidos más sutiles.

Estos sentidos más sutiles, en el plano astral y en el plano mental, están tratando de dar su mensaje, pero se encuentran con la obstrucción; es decir, que la atención que tendría que estar centralizada en todo cuanto ocurre se centraliza en algún punto determinado, entonces, las vías de acceso al desarrollo de los sentidos íntimos en los planos invisibles o los cuerpos superiores, queda paralizado, entonces, la percepción a través de los sentidos físicos se convierte en una atadura, en un nuevo complejo ambiental, y todos sabemos que es muy difícil percibir más allá de los sentidos conocidos.

Y, naturalmente, digo, y ustedes quizá lo habrán percibido, que en la expectación hay un sentido de síntesis: ustedes perciben algo que está más allá de los sentidos, y no son simplemente la eclosión de los sentidos que están en el cuerpo astral o en el cuerpo mental, sino que es un sentido superior que está por encima de todos iluminando el proceso, es lo que esotéricamente se llama el Ojo de Tauro, abierto a la luz.

Es el ojo de la visión, está más allá incluso del tercer ojo, al cual estamos habituados, es el ojo de la verdad, que es de síntesis ¿verdad?, este ojo de la verdad que cualifica y desarrolla todos los sentidos en cada uno de los planos donde tenemos cuerpo organizado, como es el cuerpo físico, el cuerpo astral y el cuerpo mental –no podemos hablar del cuerpo búdico todavía–

Entonces, todo este proceso se combina de una manera armoniosa para que en la atención profunda hacia todo cuanto ocurre, sin apegarse a los resultados de la acción, solamente percibiendo, con tranquilidad, con habilidad, con cariño, con amor, –si podríamos decir esta palabra– entra una gran experiencia y, al propio tiempo, como que no hay resistencia, se están desarrollando los pétalos del conocimiento y los pétalos del sacrificio, que es una forma de decir los sentidos del plano astral y los sentidos del plano de la mente.

Todo, solamente por el hecho, no de buscar una disciplina, solamente de estar atentos.

Y la atención es psicológica, ¿verdad?

Todos podemos estar atentos y lo estamos muchas veces, no siempre, muchas veces estamos atentos, pero, si llegamos a producir dentro de nuestro ser esta atención formidable, automáticamente, por el sólo hecho de estar atentos, vamos a desarrollar todos los complejos psicológicos del ser, y vamos a liberarnos de todos los complejos establecidos del pasado, y vamos a vivir una nueva vida porque tendremos cinco sentidos astrales completamente desarrollados y cinco sentidos mentales que están desarrollándose progresivamente.

Y, entonces, quizá, podamos hablar de la iniciación, porque la iniciación siempre es el desarrollo completo de los sentidos.

En la primera iniciación, tenemos, que tiene que haber un desarrollo de los cinco sentidos físicos y un gran desarrollo de la mente sobre el cuerpo emocional.

Y, en la segunda iniciación,… (Corte de sonido)… en lo que corresponde a los cuerpos del hombre y, naturalmente, sin disciplinas, porque estamos apegados a las disciplinas, si no se dan cuenta del esfuerzo, se creen que no hay resultados, y no es así.

Todo el mundo pierde con la espectacularidad de los resultados y, no obstante, el resultado se produce cuando hay humildad, y sólo hay humildad cuando hay expectación, y sólo hay expectación cuando hay este gran amor por la verdad, y, entonces, se produce una síntesis de nuestro ser, y vemos que todo cuanto nos rodea tiene una amabilidad extrema, hay una sensibilidad por doquier, y vemos a Dios en todas las cosas, y aquello no es una afirmación bíblica, ni tampoco evangélica, ni tampoco esotérica, es algo que vivimos más allá del conocimiento.

Y la persona que experimenta un momento de paz, nacida de esta conciencia de síntesis, se encuentra entonces ante una perspectiva sin limitaciones, sin metas preconcebidas, sin puntos de partida y sin puntos de llegada, como el eterno ahora que está sucediéndose aquí.

Si ustedes están creyendo que están viviendo solamente cuando están pensando, se darán cuenta que no existe este encanto, porque cuando están pensando ya, el eterno ahora ya ha desaparecido, es como si quisieran ustedes hacer una conciencia de la paz, la paz del Alma.

Desde el momento en que la persona siente paz y, al propio tiempo, quiere argumentar sobre la paz, la paz se extingue.

Ahí está el secreto. ¿Podemos vivir un estado de conciencia sin crear un anclaje de la atención sobre aquella cosa que está pasando, o que ya acaba de pasar?

Depende mucho también de la comprensión de todos los aspectos psicológicos del ser, de las necesidades kármicas –hay que hablar de todo–, pero, ¿qué es una necesidad kármica, o qué es el karma?

El karma es una acumulación de recuerdos, y como que siempre estamos creando a través de los recuerdos, el karma jamás se extingue.

Estamos cogiendo, como una olla a presión, con todos los recuerdos, para que no salgan y, entonces, como que hay una fuerza impetuosa, que es la fuerza de la vida, que está en la subconciencia, que está en el instinto y que quiere salir, forzosamente tiene que desequilibrar la máquina, la máquina física con las enfermedades, la máquina emocional con sus complejidades y la máquina mental con toda su incerteza y su incapacidad de concebir la verdad.

Es decir… claro, que me dirán ustedes que esto se ha dicho muchas veces, lo que interesa es repetir estas cosas para adentro, no en un sentido intelectual.

El intelectual, es decir, el conocimiento intelectual, se está realizando de una manera… por asociación, y esta asociación lleva al extremo de llamar la atención del pensador sobre el sistema organizado de pensar.

Y yo digo, que para que haya expectación, para que exista unción y verdad en el interior, tendrá que cercenarse esta fuerza asociada, crear una dispersión de energías, a ver qué pasa, y afrontar la situación.

Pero, ¿quién es capaz de romper esta fuerza que proviene del pasado, sobre el cual se ha estructurado nuestra conciencia?, porque el temor de perder la conciencia nos encadena a los recuerdos.

Si ahora mismo pudiésemos liberarnos del recuerdo, automáticamente percibiríamos la verdad, la verdad a nuestro alcance, pero, sería verdad en tanto que nuestros métodos de percepción eran aquellos y que no podrían ser de otra manera que la percepción de aquella naturaleza.

Y afrontar una realidad, honradamente, tiene como consecuencia la pérdida absoluta del miedo y la conquista de la osadía, que es una de las virtudes del sendero del discipulado, porque el discípulo, ante todo –y todos somos discípulos en algún grado– debe tener el valor de afrontar situaciones, las que sean y, cuando se afronta serenamente una situación, como consecuencia viene un estado de conciencia nuevo que te da cuenta de la inutilidad de aquellas percepciones anteriores.

Está renovándose algo allí, es como el miedo a la soledad.

Fíjense bien, cuando hay soledad la persona no la afronta y, sin embargo, aquella soledad tiene un misterio, y este misterio tiene calidad iniciática.

Pero, ¿qué ocurre?, estamos tan atemorizados, tan aterrorizados por aquella soledad, por aquel misterio, que buscamos automáticamente el complemento, la compañía, o la diversión, que se escapa algo que realmente es la verdad.

A medida que vamos afrontando situaciones, sin miedo, tampoco sin arrogancia, estamos realmente penetrando la verdad que está en todas las cosas, y estamos alcanzando la paz que, en resumidas cuentas, es lo que estamos buscando todos, un poco de paz en nuestra vida, ¿verdad?, porque tenemos tan poca paz y, cuando la tenemos, tenemos tan poca capacidad para retenerla que, naturalmente, nos encontramos constantemente huérfanos o solitarios, por falta de paz.

Y tan fácil que es de decir, porque, naturalmente, hay que afrontar la situación que con el tiempo sea límite, significa que nos hará sufrir mucho, y ahora que tenemos la oportunidad de dejar de sufrir hay que aprovechar la oportunidad, con intención, y también con atención, con esta expectación serena hacia todo cuanto ocurre, algo va liberándose dentro del corazón, derrumbando estrepitosamente esta estructura artificiosa que hemos creado a través del tiempo.

Y, una vez que se ha diluido en la esencia del olvido esta estructura, entonces empezamos realmente a ser.

Interlocutor. — Perdón, ¿de qué manera podemos propiciar este nacimiento interno para superar un estado de indecisión?

Vicente. — Bueno, cuando hay indecisión es que no hay atención.

Fíjense bien, cuando hay un problema y la persona no lo afronta, lo pospone en el tiempo y, mientras va posponiendo en el tiempo este problema se está creando una serie de indecisiones.

Es decir, una indecisión prácticamente es el dilema de “hago esto o hago lo otro”, que es el problema que tiene enfrentado el hombre que llamamos el problema del libre albedrío: hago esto o hago u otro.

Esto es la indecisión, esotéricamente hablando, y también es un aspecto psicológico.

Entonces, si hay ante nuestra vida, y siempre hay problemas que resolver, pero hay la sinceridad y la ausencia de miedo para enfrentar una situación que consideramos a extremos límites, llegará un momento en que aquello se solucionará, ¿cómo?, no lo sabemos, para qué, eso es el intelecto, el que actúa aquí.

Cualquier problema afrontado con seguridad, y con serenidad y sin miedo, tiende a resolverse.

Lo que hace el individuo, es que pospone, buscando la seguridad, no una resolución completa, una seguridad en el tiempo… y esto no existe, porque buscar seguridades es caer siempre en la indecisión, la indecisión de los valores, y como estamos viviendo siempre dentro de esta indecisión de valores jamás resolvemos problemas cruciales, siempre tenemos el problema delante, el que sea.

Y, naturalmente, lo que ocurre con un ser humano ocurre con una sociedad organizada, sea nación o grupo de naciones o un continente.

Y dense cuenta de las dificultades de solucionar problemas, cuando una sociedad organizada tiene problemas y decimos: “cómo está esta sociedad organizada que no puede resolver un problema”; si no podemos resolver problemas familiares, no podemos resolver problemas individuales que nos atañen única y exclusivamente a nosotros mismos… es decir, que tenemos miedo.

Este miedo nos incapacita, este miedo, por más que tengamos conocimientos esotéricos, jamás nos permitirá llegar a ninguna meta reconocida de valor psicológico, de resolución de algún problema.

Para mí, la realidad es esta, cualquier situación debe resolverse sin indecisión, pero la indecisión siempre está al margen o está dentro del contexto del libre albedrío; es decir, cuando la persona está en el conflicto de decidir afirmativa o negativamente se puede equivocar.

Cuando la persona se sitúa con atención certera hacia el problema, se está situando en el centro de la cuestión, más allá del sí y del no, de la capacidad de afirmar o de la capacidad de negar y, dentro de este centro inmaculado, sabe lo que tiene que hacer, porque el equilibrio de los opuestos trae como consecuencia la verdad, y la verdad es fruto de la expectación y la expectación es el fruto de la atención, y siempre vamos a lo mismo y siempre estamos sufriendo del mismo mal, tememos enfrentar situaciones y cuando leemos un libro donde se nos da cuenta de cómo hay que realizar, o cual es la mejor de las disciplinas para alcanzar cierto estado de conciencia, o cual es el mejor de los yogas, o cual es la mejor meditación, enseguida vamos a buscar aquello porque es una manera de no enfrentar el problema que nos plantea la vida cotidiana.

Y, naturalmente, repito, no voy contra yogas ni voy contra disciplinas, ni voy contra meditaciones, ni todo esto; voy simplemente a que el hombre deberá llegar a un punto en el cual someta al juicio de todo cuanto le rodea a la visión del alma o a la visión del espíritu y, entonces, decida con justicia, no con indecisión, como decía el señor, porque la decisión siempre surge -dense cuenta-, por falta de atención, o por miedo a estar atento, o por miedo a enfrentar una situación determinada.

(Se produce un silencio entre los oyentes)

Cuando están ustedes sin preguntar yo me pregunto: ¿es que están de acuerdo todos, o es que no saben qué preguntar?

Pero, yo creo que todos estamos de acuerdo en una sola cuestión: que aquí se está creando un núcleo de conciencia redentiva, que todos estamos participando del mismo ideal, que todos estamos unidos, y, ¿saben por qué?, porque todos ustedes están serenamente expectantes, están dentro del asunto, están; no están situándose fuera y preguntando o divagando acerca de lo que está diciendo el orador.

No es que estén de acuerdo, ni que acepten o que rechacen, es que hay una unidad espiritual.

Lo menos importante en una reunión de estas características es lo que dice el orador, lo más importante es el estado de conciencia de todos y cada uno de nosotros.

Estamos demostrando que existe una unidad, que existe una paz, que existe una trascendencia y, para mí, esta trascendencia es la verdad que todos buscamos.

Y, si quieren, haremos un poco de silencio para todos, porque hay que aprovechar estos silencios, dentro del fragor de la vida, del combate cotidiano, de tantos miedos y de tantas desilusiones.

Interlocutor. — Al salir de aquí nos encantaría seguir o encontrar este secreto de la convivencia en nuestros propios ambientes, en nuestro propio trabajo, en nuestra propia familia, en nosotros mismos. He visto claro hoy que todos nuestros senderos son lineales, mientras que el camino de la verdad es total, envolvente, esférico. [Justo]. Cuando yo con mi verdad, ahora, al salir, me encuentro frente a la verdad de mi esposa o de mis hijos, hay algo que me repele. ¿Cómo encontrar el secreto para que haya una mayor armonía?

Vicente. — Si fuésemos sabios haríamos lo que hace el agua, ¿por qué el agua tiene tanto valor, no como propiedad química, por favor, sino por esta capacidad que tiene de adaptarse a todas las vasijas?

Y jamás deja de ser agua.

Me pregunto si seremos capaces de ser agua, de adaptarnos, porque en el fondo siempre hay la lucha de mi idea y la idea de los demás, o de mi sentimiento y el sentimiento de los demás.

Si estamos creando un grupo, yo creo que todos ustedes tienen sus propios ideales, sus propias creencias, sus propias convicciones, si estamos demostrando aquí que se puede realizar una unidad espiritual, me pregunto por qué no se puede realizar en la vida familiar.

¿Cuesta tanto ser amable con los demás, tener el corazón abierto y llevar a los demás a la altura del propósito, ó, que podamos defender nosotros a la altura de los demás y hablar a cada cual según sea su condición?

¿Tan grande es el sacrificio que se impone a nuestra vida?

Esta es la prueba del discipulado precisamente, y no hay ningún discípulo que por precipitación kármica no enfrente situaciones difíciles, todos tenemos situaciones difíciles.

Lo que capacita al discípulo aceptado del discípulo en probación, es el que ha triunfado de las pruebas y, el que está ya en el proceso de iniciación es porque se ha convertido en agua, simbólicamente hablando, que se adapta a todas las situaciones.

Porque, naturalmente, el agua es afable, es cariñosa, se adapta, no hay problema para el agua.

Naturalmente, dirá el hombre: “es que no soy agua, ¿eh?, soy otra cosa”.

Muy bien, pero el símil es perfecto, porque para llegar a la verdad, para llegar a Dios, si ustedes permiten esta palabra, se precisa una gran humildad, la humildad del agua cuando se adapta, o la humildad del viento o de la música, con aquella graciosa intercesión divina.

Todos podemos llegar a este punto,

¿por qué no? Porque no es un problema de disciplina, y hay que insistir mucho sobre este punto, porque ahora ya no puedo decir a un señor: “usted tiene que hacer esto, esto y lo otro”, porque sería negar todo cuanto he dicho hasta aquí, sino que cada cual, si tiene amor en su corazón, sabrá realmente lo que tiene que hacer, cómo adaptarse a una situación, cómo adaptarse a un estado de cosas, cómo adaptarse a un ambiente, y cómo, sin dejar de ser él, sea todo lo demás, para que exista armonía, porque, hablar de esoterismo sin armonía, es negar la propia idea esotérica y digo: nuestros tiempos están marcados por las estrellas de Acuario, como se nos dice, pero, todo cuanto proviene de Acuario no será de valor alguno si nosotros estamos todavía inmersos dentro de la caducidad de los valores que sostenemos en mente y corazón.

Es decir, insistiendo, vamos a llegar a un punto en que esto que estamos realizando aquí sea algo constante en nuestra vida de discípulos y que, siendo una constante en nuestra vida, alcancemos la plenitud de la acción, una acción no contaminada por el odio y por la incomprensión, algo que está más allá de los ideales, de los pronunciamientos, algo que está más allá de la fe, porque somos nosotros mismos, y la fe es llegar a un sitio dentro de su propia inmortalidad y grandeza.

Encima de este pedestal, que no es pedestal porque es la gloria de las estrellas, de las cuales vimos la luz, podemos crear una nueva sociedad basada en el amor y la justicia.

 

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