La Magia

Siempre se ha hablado de Magia en el transcurso de las edades, desde Simón el Mago a Paracelso, pasando por todos los alquimistas de la Edad Media. En realidad siempre se ha buscado lo mismo, aunque fuera diferente el punto de partida de las investigaciones religiosas, místicas o científicas, y aunque se proporcionara un nombre distinto a su objeto de búsqueda: el Disolvente Universal, el León Amarillo, el Alkahest o el Santo Grial, pues en definitiva esas búsquedas pretendían alcanzar la sabiduría, la plenitud de los dioses.

A lo largo de la historia, las civilizaciones han reservado el arte de la Magia a un grupo selecto de escogidos. Mediante esta exclusividad se ha conseguido desnaturalizarla de su verdadera esencia, dado que la Magia es clara y explícitamente el arte de la Creación.

El hombre, como creador, es por derecho propio un mago en potencia, un mago inconsciente de toda su creación.

Todos nosotros estamos creando magia constantemente y lo que nos distancia, de lo que conocemos como verdaderos Magos, es el empleo consciente de nuestra mente, nuestro corazón y nuestra percepción creadora.

La Magia es uno de los pilares en el primer decanato de la nueva era de Acuario y al discipulado se le ha encomendado la tarea de explicar y de hacer accesible a los hombres y mujeres de esta era lo que es la Magia.

Se ha de comprender que Magia es Creación, porque nosotros, sin darnos cuenta, estamos creando magia constantemente cuando pensamos, cuando sentimos, cuando hablamos, cuando actuamos. Pero sucede que desconocemos el impacto en el espacio de toda esa actividad y las consecuencias que ello suponen.

Desde un punto de vista más científico, la Magia es el poder que tenemos de impresionar los éteres por el poder del pensamiento, por la sensibilidad a la palabra y por el poder de la palabra.

Por ello, Todo es Magia. Porque por analogía, Todo cuanto es y existe en este universo en donde vivimos, nos movemos y tenemos el ser, no es ni más ni menos que la magia creada por una entidad psicológica trascendente que utiliza el universo como campo de expresión.

De esta forma, la búsqueda del hombre a través de la Magia es aquello que místicamente se ha definido como el Sendero, el Sendero que nos conduce a Dios, al Creador, al Mago Supremo del Universo.

El aprendizaje de la Magia pasa ineludiblemente por alcanzar el silencio a través de los sentidos, a través de la mente, a través de los deseos y a través del corazón.

El trabajo que realizan los discípulos sobre sus vehículos es Magia: es el trabajo de introducir su voluntad en las pequeñas voluntades que constituyen sus cuerpos. Lo cual supone continuar con este propósito a pesar de los contratiempos, a pesar del karma, a pesar de los dolores y de las alegrías humanas.

Todos somos magos, y la responsabilidad de un Mago es siempre crear buenas situaciones mundiales, buenas situaciones familiares, buenas situaciones sociales porque en todo caso, el entorno, el concepto social se ha convertido en la meta, en la conquista de nuestra vida en esta nueva era.

Ser mago implica exteriorizar a través de nuestra personalidad la verdadera vida que palpita en nuestro interior, en nuestra Alma. El hombre ha de emplear su voluntad de acción para transmutar su interior, produciendo Magia, la Magia que transmute sus vicios en virtudes y sus defectos en cualidades. Ésta es la verdadera magia de la acción.

Con la atención, el hombre está creando Magia, porque en su interior está generando un vacío, un punto de síntesis que integra la dualidad fenoménica y diluye el sufrimiento, el dolor y elimina la gravitación de su ser en torno a la materia.

De esta forma se inicia el primero de los grandes trabajos que le esperan al hombre como mago, la integración de sus vehículos de expresión: su cuerpo físico, su cuerpo emocional y su cuerpo mental.

Conforme va integrando los tres cuerpos, el hombre se vuelve cada vez un ser más luminoso, más radioactivo en el sentido de que con su ser irradiará a su entorno.

Como Mago consciente creará vacíos creadores cada vez más incluyentes en los cuales imperará la Ley de la Sabiduría, de la Voluntad y del Amor universales.

Josep Gonzalbo