La sociedad se basa en la diversificación de los seres humanos, cuando los seres humanos están luchando, están empequeñeciendo su Yo espiritual, están creando estructuras rígidas que no dejan que el poder espiritual penetre dentro de esa estructura.
Entonces lo principal es “darnos cuenta”, darnos cuenta de la situación y ver que la sociedad, el país, el gobierno, la política, la economía, la religión y todo cuanto constituye una estructura, más o menos densa o más o menos sutil, es nuestra propia creación porque depende de cómo nosotros estamos manifestando la Ley de Dios en nuestra vida, cómo nos conformamos de acuerdo con esta Ley de Fraternidad, cómo nos estamos constantemente traicionando, cómo estamos siguiendo principios éticos equivocados por imposición moral, religiosa o mística, es decir, que si nos damos cuenta de esta situación automáticamente vendrá una etapa de conversión que hará que nos vayamos volviendo vulnerables a la vida y no indiferentes o competitivos o separatistas.
La energía es neutra, la energía de Dios al manifestarse en la diversidad crea dos amplias vertientes: el bien y el mal, el bien y el mal no es de Dios, es que el hombre ha diversificado la energía única de la Unidad y decimos bien a aquello que aparentemente sirve para un cauce social correcto y decimos mal a aquello que es lo opuesto, que es falso; y todos estamos sujetos al conflicto de la elección entre el bien y el mal.
El bien y el mal no es de Dios, es que el hombre ha diversificado la energía única de la Unidad
No estamos tan apercibidos del descubrimiento de la Verdad que no tiene principio de elección, sino que estamos entablando una batalla constante por efecto de este libre albedrío que nos otorga la Divinidad y que se manifiesta por la capacidad de decidir, pero claro, ¿y qué decidimos y cómo decidimos?
Decidimos en las cosas y en las personas, decidimos en el bien y en el mal. ¿Cómo decidimos? A veces inconscientemente, nos equivocamos mucho.
Pero existe un momento en la vida del hombre sin que se dé cuenta de que existe realmente un estado de conciencia que está mas allá del conflicto de la elección, entonces descubre el Yo espiritual, el Yo interno.
Paradójicamente, os ruego que examinen bien esta idea, cuando el hombre no tiene el libre albedrío es cuando elige realmente bien porque existe una división entre el libre albedrío humano y la Voluntad de Dios.
Cuando el libre albedrío ha sido reducido a cero viene entonces la Voluntad de Dios y Dios no puede equivocarse, no está sujeto al conflicto de decidir entre el bien y el mal, es el Bien Supremo, por lo tanto está más allá.
El proceso pues está, primero, en la correcta elección de las cosas y de las situaciones, pero el segundo gran estadio tiene que ver con la elección correcta, no elegimos entre el no y el si, entre el negar o el afirmar, sino en aquel estado de conciencia que hace que el hombre elija libremente y siempre con plenitud, con orden, equilibrio y seguridad cuando está entablando un dilema que no existe.
La vida se convierte entonces en la vida suprema del hombre, no la mente discernitiva, no la mente que está tratando siempre de tratar corregir, de controlar, de apiadarse de sí mismo, o bien de aplaudirse su versión; es la realidad mística la que está en juego, nosotros, el Yo, al ser que está más allá del conflicto del tiempo.
Vicente Beltrán Anglada
A continuación, la charla de Rafael Mateu Sanz impartida el 27 de noviembre de 2015, que aborda algo fundamental e importante en la vida psicológica, social, planetaria, cósmica: la unidad y la diversidad.
Se explica que todo lo que existe -visible o invisible- forma una unidad, por muy diverso o diferente que se manifieste.
En todos los problemas psicológicos hay separatividad en nuestros componentes y en sus relaciones.
Todos los conflictos sociales incluyen esta separatividad.
La diversidad es necesaria, es parte de la vida humana y cósmica, pero vivida con respeto, tolerancia, enriquecimiento, con luz,con amor, sin rechazo, con aceptación.
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