El cuarto trabajo asignado a Hércules, bajo el signo de Cáncer, consistía en una prueba aparentemente de bastante simplicidad, pero que interiormente iba a exigirle mucha rectitud en su capacidad de elección. El cuarto trabajo pretende despertar en el aspirante espiritual la capacidad de elegir desde su centro más inclusivo, el corazón.
Hércules debía de capturar la Cierva de Cerinia y trasladarla al templo del Dios Sol. Nada más iniciar su búsqueda, las diosas Artemisa y Diana reclamaron para sí la propiedad de la cierva. Todo un año le llevó la búsqueda de la cierva a Hércules, pues durante ese tiempo cada una de las diosas le engañaba para frustrar su búsqueda. Finalmente encontró a la cierva durmiendo junto a un estanque tranquilo, sobre hierba no hollada. Hércules lanzó una flecha a las patas de la cierva con el fin de inmovilizarla. Y de esta forma, pudo recoger y sostener a la cierva en sus brazos, cerca de su corazón para llevarla al templo.
Durante el trayecto, Hércules alardeó que después de arduos esfuerzos, la cierva le pertenecía por mérito propio. Por ello, el Dios Sol le anunció que la cierva siempre había sido suya y que permanecía desde toda la eternidad en el centro sagrado del santuario, que era su morada como lo era también la de todos los hijos de Dios.
La caza de la cierva, en la tradición mística, simboliza la persecución de la sabiduría. Etimológicamente “cierva” significa aquello que debe ser capturado, poseyendo un carácter esquivo y difícil de aprisionar.
La Cierva de Cerinia poseía cuernos de oro y patas de bronce. Las patas de bronce de la cierva evocan un significado ambivalente: el bronce, por el hecho de ser sagrado y residir en las patas mantiene a la sabiduría alejada del mundo profano; pero por otro lado y por el hecho de ser pesado, le somete a la tierra.
El cuerno posee el sentido de eminencia, de elevación, de poder, pero también de regeneración. El oro, considerado como el más precioso de los metales, es un símbolo de todo aquello que posee máximo valor o que resulta más difícil de conseguir. Los cuernos de oro, por su ramificación y color dorado simbolizan el Árbol de la Vida.
Si a través del Árbol del Conocimiento (o árbol de la ciencia del bien y del mal), mediante la mente, el hombre accedió a su individualidad y a experimentar la dualidad de la forma, a través del Árbol de la Vida, mediante la sabiduría, el hombre accederá a su divinidad y a experimentar la unicidad del ser.
Por otro lado, Artemisa simboliza al carácter instintivo del hombre (la forma) y Diana simboliza a su intelecto (mente). En la tradición greco-romana, Artemisa y Diana son la misma diosa. De esta forma, ambas diosas están aludiendo al aspecto Kama-Manas del hombre, es decir, a la combinación de dos principios: Kama (deseo) y Manas (mente). Tanto desde el instinto (Artemisa) como desde el intelecto (Diana) se reclama para sí el origen de la sabiduría, y por ello, pondrán todo tipo de trabas para impedir que el aspirante espiritual encuentre la verdadera y única sabiduría, aquella que se alcanza exclusivamente a través de la intuición y del servicio.
La forma aporta adaptabilidad e instinto, la mente aporta conocimientos, pero únicamente a través del corazón puede alcanzarse la sabiduría. El germen de la sabiduría está en todos nosotros, y por ello, no podemos apropiarnos de la sabiduría, no tiene carácter exclusivo o personal (referente a la personalidad) tiene carácter divino y universal. Así el sabio no se siente mejor que el resto, se siente uno con todos y con el Todo.
La mente condiciona, el corazón sabe, el conocimiento es un paso, la sabiduría es la liberación.
El aspirante, cuando logra abrir su corazón al devenir de la vida, logra que fluya la sabiduría de la intuición, simbólicamente como Hércules cuando abraza la cierva cerca de su corazón.
A la sabiduría no se llega por la vía del esfuerzo, porque detrás del esfuerzo hay siempre temor, hay desolación, hay miedo constante. Hay que afrontar la inseguridad que produce la nada, porque cuando dejamos la mente completamente en manos de Dios, Dios llena esta mente vacía con la plenitud de sus ideas, de sus intenciones, y esto es realmente la Intuición.
Aún así, el aspirante espiritual que ha recibido ya alguna ráfaga de sabiduría, puede descuidar que el centro de su vida sigue gravitando en torno a su personalidad y, como Hércules, por todos los esfuerzos y sufrimientos acaecidos en su devenir, puede creerse merecedor de la ansiada sabiduría.
El camino a la sabiduría viene expresado en el mito mediante un exquisito simbolismo: el discípulo alcanza la sabiduría cuando consigue aquietar el deseo (la tranquilidad del estanque junto al cual reposa la cierva), trascender la ilusión (la gama descansa más allá de la realidad reflejada en las aguas tranquilas del estanque) y anular el control de la mente (la cierva durmiendo).
Por último, el discípulo alcanza la sabiduría en una dimensión nueva y desconocida hasta ahora para él (la cierva descansa sobre hierba no hollada anteriormente).
En Cáncer se abre la puerta al aspirante a desarrollar su capacidad de vivir completamente desde la sabiduría.
Josep Gonzalbo
- Alice Bailey (1974). Los trabajos de Hércules, una interpretación astrológica. Madrid. Editorial Luis Cárcamo.
- Torkom Saraydarian (2005). Sinfonía del Zodíaco. Buenos Aires. Editorial Kier. ISBN: 950-17-0324-X
- José Trigueirinho Netto (2006). Hora de crecer interiormente. El mito de Hércules, hoy. Buenos Aires. Editorial Kier. ISBN: 950-17-0157-3
- Sri K. Parvathi Kumar (1999). Hércules. El Hombre y el Símbolo. Barcelona. Ediciones Dhanishtha. ISBN: 84-88011-40-7
- Vicente Beltrán Anglada (1974-1987). Conferencias. Asociación VBA. www.asociacionvicentebeltrananglada.org
- Francisco-Manuel Nácher. Los doce trabajos de Hércules. Libro digital.