Capricornio: : interpretación del trabajo de Hércules

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Hércules y el Cancerbero. Francisco de Zurbarán (1598–1664). Museo del Prado (Madrid)
Hércules y el Cancerbero. Francisco de Zurbarán (1598–1664). Museo del Prado (Madrid)

Según nos relata el mito, en el décimo trabajo se le encomendó a Hércules la tarea de rescatar del inframundo o infierno a Prometeo, el cual estaba custodiado por Can Cerbero, un perro guardián que poseía tres cabezas con serpientes enroscadas en sus cuellos.

Prometeo permanecía encadenado a una gran roca y un buitre le devoraba su hígado cada día, dado que al ser inmortal, se le regeneraba una vez devorado.

El descenso al inframundo fue costoso y solitario, aunque cuando se perdió, buscó dentro de sí y fue guiado por la diosa de la sabiduría, Atenea y animado por las palabras fortalecedoras de Hermes.

Cruzó el lago Estigia -el que deben de cruzar las almas de los muertos de camino al Hades- junto al barquero Caronte, el cual olvidó el óbolo o centavo que debía pagársele.

Una vez en el inframundo, se encontró con Medusa, con su cabello entrelazado con serpientes silbantes, y aunque Hércules le lanzó su espada, nada sucedió.

A través de sendas laberínticas llegó a la sala del rey Hades, al cual, Hércules le expuso su propósito de liberar a Prometeo. El rey Hades accedió con la condición de que pudiera vencer a Can Cerbero con sus propias manos desnudas, sin arma alguna.

Ante el temible perro guardián, Hércules se lanzó sobre la cabeza central, estrechándole por su garganta, conteniéndole, hasta el punto de apaciguar la fuerza de la bestia.
Finalmente Hércules rompió las cadenas que aprisionaban a Prometeo y lo liberó. Hércules regresó por el mismo camino de descenso.

***

El encadenamiento de Prometeo simboliza a nuestra alma cautiva del Can Cerbero de nuestra personalidad. Es decir, la humanidad que vive todavía identificada con el mundo material, con el mundo del deseo y con el mundo de las ilusiones, sobrevive con su alma esclavizada de su perro guardián de tres cabezas (sensación, deseo, intenciones) y de sus serpientes enroscadas en la cola (ilusión).

El hombre o la mujer dormidos viven su día a día a través del sufrimiento causado por esta confinación del alma. Viven fundamentalmente a través del mundo emocional que les envuelve y afecta a través de su plexo solar. En el mito se simboliza como el buitre que devora a diario el hígado de Prometeo.

Las causas de este día a día de sufrimiento y de dolor permanecen ocultas para gran parte de la humanidad, permanecen en su inframundo, en aquella zona de la consciencia que todavía no les es visible, a la cual todavía no han accedido.

Pero también existe una parte importante de la humanidad que ha comenzado un proceso de autodescubrimiento, de autoconciencia, de autorrealización, de descenso a su inframundo particular. Es un proceso de interiorización en el cual sólo puede emplearse como guía la luz proveniente de nuestros estados de atención plena momento a momento. Es un proceso que se va logrando progresivamente. En el mito es el acompañamiento de Atenea y Hermes a Hércules en su particular descenso al Hades.

Si nos permitimos guiarnos por ese estado de atención plena, de serena expectación, en este viaje a nuestro más profundo interior, las adversidades kármicas serán pasajeras. Como le sucedió a Hércules cuando Caronte, el barquero del lago Estigia no le exigió el obligatorio pago de la moneda o su fugaz e irrelevante encuentro con Medusa.

La Ley del karma (el rey Hades) impone que las pruebas a las cuales nos somete la vida a diario no podemos nunca superarlas o trascenderlas con las mismas armas de la personalidad.

Por ello, Hércules ha de vencer a Can Cerbero con sus manos desnudas, es decir, desprovisto de todo aquel conocimiento que adquirió desde el principio de su existencia: únicamente con su naturaleza inmortal, con su Yo Superior.

Hércules saltó directamente sobre la cabeza intermedia, la del deseo -la que gobierna al resto de la personalidad- estrechándola por la garganta con su puño hasta dominar y apaciguar a Can Cerbero. En la garganta se ubica el 5º Chakra, el laríngeo – Vishuddha- a través del cual expresamos lo que pensamos, sentimos, vemos y deseamos. A través de este chakra decimos “si” o “no” a las opciones de la vida. A través de él, el hombre inconsciente de sí, expresa descontroladamente todo lo que fluye por su plexo solar. Por ese motivo es el que hay que controlar.

Cualquier expresión del deseo, que surge del plexo solar, será siempre insaciable, será una resolución infructuosa, tanto como devorar el hígado de Prometeo, pues en vano, al día siguiente vuelve a regenerarse.

Capricornio define este camino de liberación como el ascenso de la cabra a lo alto de la montaña. Un ascenso gradual que culmina en la cima de la autoconciencia.

También podemos ver representada esta ascensión en el misterio de Cristo, cuando en el Monte Tabor (la autoconciencia desde el centro coronario o Sahasrara), tiene a sus tres discípulos (forma, emoción y mente) dormidos a sus pies. Cuando el iniciado domina e integra sus vehículos inferiores, la obra de kundalini se realiza y puede abandonar su mundo causal, como Hércules cuando rompe las cadenas para liberar a Prometeo (o Ángel Solar).

La ascensión final marca la despersonalización del discípulo y lo convierte en un servidor del plan divino, se vuelve conscientemente en un Salvador del mundo.

Por ello, a pesar de haber alcanzado la iniciación, la Luz Suprema, como Hércules, vuelve por el sendero de retorno de vuelta para servir al propósito divino.

Por este motivo, la nota clave esotérica de Capricornio es

Estoy perdido en la luz suprema, pero vuelvo mi espalda a la luz

para así servir a la humanidad en Acuario.

 

Josep Gonzalbo

 


Referencias:

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